En 24 horas
Cristina Kirchner, la presidente, desnudó a Cristina persona, como nunca antes.
Es que ese antes no existe porque la mandataria tuvo en USA que someterse a
reglas de las casas de estudios que visitó y debió responder a preguntas, cosa
que nunca hace en su país. El 27S se convirtió en otro aciago para el relato.
Cristina
Krichner se molestó, se enojó, se irritó. Mintió sin vergüenza alguna para
tratar de hacer equilibrio sobre una ficción que hacía agua.
por JORGE HÉCTOR SANTOS 28/09/2012
Twitter: @santosjorgeh
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Web:
santosjorgeh.blogspot.com.ar
CIUDAD DE
BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). El 27S se convirtió en una
versión libre del 13S para Cristina Fernández de Kirchner.
Si bien una
y otra fecha en lo formal está en las antípodas de las comparaciones posibles,
se las puede unir porque fueron dos fechas en que la presidente se debió topar
con la realidad, ese que tanto difiere con su relato y que le impone a sus
obsecuentes.
¿Qué es el relato?
Es una forma caritativa, piadosa encontrada apelando al recurso lingüístico
para evitar decir que la primera mandataria y su elenco de voceros, mienten.
Al mentir
elaboran una Argentina falsa que se enfrenta con la verdadera.
Hasta las
elecciones de octubre de 2011 se fueron metiendo debajo de la alfombra una
cantidad de irrealidades económicas que algún día iban a saltar. Hasta entonces
muchos estaban como anestesiados para poder discriminar entre un escenario (la
verdad) y el otro (el dibujo).
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Desde
diciembre 2011 hasta el presente la “sintonía fina”; el “Vamos por
todo”, la corrupción, las muertes por la corrupción; las muertes por la
inseguridad, el “Boudougate”, el enriquecimiento patrimonial de los
funcionarios; los enfrentamientos con Mauricio Macri, Daniel Scioli, Juan
Manuel De la Sota; la multiplicación de las cadenas de radio-televisión; el
tema de la reforma constitucional y tantos otros tormentos se fueron
precipitando como las fuertes lluvias que dominaron el pasado mes de agosto.
El clima
social envejeció la foto del 54% con que Cristina ganó la reelección.
La calle se
enojó con la presidente y esta con su habitual soberbia alimentó el enojo.
Si Argentina
estuviese tan bien como la Presidente la describe -y nadie que pueda
discriminar cree que el mundo se nos cayó encima- ¿por qué entonces el cepo
al dólar, a las libertades esenciales, a las amenazas permanentes a la libertad
de expresión?
Si la
inflación es la que indica el Indec, ¿por qué entonces aumentos salariales del
25% y más?
Si la
Presidente gobierna para 40 millones de argentinos ¿por qué semejante ataque a
la clase media argentina y tantas perversas expresiones verbales para enfrentar
a las clases sociales?
En medio de
tantos desaciertos que enojan y mucho al colectivo mayoritario de la población
no hay que obviar el tema de la Cristina eterna, del voto adolescente, del voto
de los extranjeros, de los presos saliendo de las cárceles, de La Cámpora
lavando cerebros infantiles en escuelas del país.
La
presidenta fue elegida para gobernar en democracia pero su autoritarismo no
sabe de límites cuando va contra otros poderes del Estado; cuando se presiona y
condiciona a la justicia; cuando desprecia el dolor de madres que han perdido
sus hijos en la tragedia anunciada de Once; cuando acrecienta con recursos de
todos un ya enorme monopolio informativo a su servicio; y cuando las
estadísticas oficiales mienten hasta el extremo de disfrazar el abultado
porcentaje argentinos que viven sumergidos en la pobreza y en la indigencia.
La viuda de
Kirchner fue desnudando frente a mucha gente, que sintió cómo se erosiona su
ingreso a diario, cómo es Cristina, la verdadera Cristina.
Esa Cristina
que habla en forma permanente de cifras que no son comparables porque no se
ajustan al proceso inflacionario; que dice que hay que tenerle miedo; que
recita que busca la justa distribución del ingreso pero que hace todo lo
contrario.
La Presidente
vive o prefiere vivir en su mundo irreal, la gente sufre la verdad.
El país está
enfrentado desde arriba hacia abajo. Así funciona el mecanismo; al igual que
funciona la corrupción, sino hay en exceso de producción arriba esta no se
distribuye a otras capas sociales.
El Estado,
cada vez más grande, no cobija a sus dueños -los habitantes del país- que pagan
a diario impuestos, ya que el gobierno central que administra ese Estado se
muestra distante, ajeno a las necesidades, a las preocupaciones fundamentales
de la ciudadanía.
En su gran
mayoría la gente se anotició, además, que la famosa Ley de Medios que prometía
democratizar la palabra, no es ni más ni menos que otra gran mentira K. Más que
Ley de Medios, está debería llamarse la Ley de la Censura al ejercicio del
periodismo tradicional, no el comprado.
El
pensamiento único, al mejor estilo chavista, comenzó a calar profundo como
peligroso enemigo de las grandes mayorías.
Los reclamos
del 13S volverán a multiplicarse el 8N y el gobierno busca mil formas de
generar miedo en quienes participarán de esos ríos de gente que no busca
destituir a Cristina Fernández. Solo pretende que se respeten los valores
éticos y morales que provienen de su educación, de la Constitución Nacional y
de las leyes de la República.
A tan solo
días del 13S, el 27S, Cristina tropezó -por segunda vez- en 24 horas con
estudiantes de dos de las universidades más importantes de USA.
En ambas
tuvo oportunidad de lucirse, en lo formal, como oradora pero recurriendo a un
fondo que resultó una mezcla de temas diversos y desordenados. Lo único que los
hilvanaban era el autoelogio. El resumen de esto fue “soy una exitosa
abogada y una exitosa Presidente”.
Las reglas
de ambos centros de estudios indican que el orador que acude debe someterse al
interrogatorio libre del alumnado. Eso que nunca hace la máxima servidora
pública del país con la prensa.
Fueron dos
jornadas en que Cristina debió toparse con la realidad. Las jornadas que
desnudaron a Cristina persona.
Todo
monólogo o relato montado en base de mentiras no puede desconocer que en algún
momento la verdad puede aparecer en cualquier cruce de esquinas.
En la confluencia
de Georgetown y Harvard, Cristina colisionó ante un puñado de preguntas
normales para un país libre, como USA, proveniente de estudiantes
mayoritariamente latinoamericanos.
Cristina
Krichner se molestó, se enojó, se irritó. Mintió sin vergüenza alguna para
tratar de hacer equilibrio sobre una ficción que hacía agua.
Llegó a
negar que haya cepo cambiario, eludió decir que es la promotora de la reforma
constitucional para buscar un nuevo mandato, negó que haya inflación del 25%,
ninguneó a los alumnos, sugirió que les habían escrito las preguntas
periodistas argentinos, llegó a mofarse del joven que leyó una pregunta sobre
la libertad de expresión en Argentina, acotando “seguramente no tenés buena
memoria para recordar lo que me querés decir”.
La
disertante expresó “quiero ser una Presidenta seria y responsable…”,
olvidando que la primera premisa para lograrlo es justamente ser confiable,
creíble.
Lució
desencajada cuando le preguntaron sobre el enorme incremento patrimonial
durante sus años en el gobierno de la Nación.
Otro alumno
argentino le señaló a Cristina "Me siento privilegiado de ser uno de
los pocos argentinos que pueden hacerle preguntas".
A lo que
ella le respondió, demostrando producto de su incomodidad a flor de piel:
"Esa
frasecita “me siento privilegiado”, por favor. ¿Será porque están en Harvard y
no se enteran? Yo hablo con millones de argentinos, con periodistas. ¿A vos te
parece que si no hablara me hubiera votado el 54%? Me llama la atención que
todo gire en torno a si hablo con tal o cual. Me parece poco académico.
Esperaba otro análisis de ustedes. Deben estar usando bastante sus dólares, me
dijeron que Harvard es bastante cara".
Uno de los
momentos más vergonzosos que pasamos los argentinos a quienes la presidente nos
representa fue cuando la jefa de Estado fue silbada por parte del alumnado
asistente, el motivo no era menor:
La
presidente: "Chicos estamos en Harvard. esas cosas son para la
Universidad de La Matanza"
La primera
mandataria, acaba de recibir de un estudiante argentino de la provincia de San
Juan una pregunta sobre "si no le parecía momento de hacer una
autocrítica, tras los índices poco transparentes de delincuencia e
inflación".
Quizás la
viuda de Kirchner debería recordar que estaba en Harvard y que no era momento
para inculpar a Clarín de que ella hay tenido una paso negro producto de su
propia responsabilidad.
Sería
oportuno que la Presidente reconociera que no en todo el mundo y tampoco en
algunos de medios de su país se consigue uniformar el discurso único de la
Argentina irreal merced al manejo discrecional de la abultada pauta
publicitaria oficial, ni tener a su disposición programas como 6, 7,8; Duro de
Domar, Bajada de Línea; ni tantos militantes y piqueteros pagos.
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