Si en
medio de los festejos del Bicentenario los argentinos se despiertan un día con
el anuncio por cadena nacional de que la presidente virtual Cristina Kirchner
ha firmado un nuevo DNU por el cual decide cambiar el nombre del país Argentina
por el de Santa Cruz nadie se sorprendería. Diversos propósitos se habrían
cumplido. El inmenso país se habría vuelto tan pequeño como la provincia
homónima cosa que respondería a la realidad. Los señores feudales serían los
mismos y, demostrando la ascendencia “usurera” de sus familiares la nueva
Nación no reconocería el pasivo de la anterior.
POR
JORGE HÉCTOR SANTOS | 08/04/2010
Twitter: @santosjorgeh
Youtube: youtube.com/user/jorgehectorsantos
Web: santosjorgeh.blogspot.com.ar
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CIUDAD DE BUENSAIRES
(Especial para Urgente24). Sumergido en un país con valores subvertidos
es difícil percibir cuántas cosas anormales son aceptadas como habituales todos
los días. Es por ello que la problemática situación argentina debería ser
analizada desde una óptica mucho más vasta que la que se puede hacer desde la
visión de los parámetros de la economía o de la complejidad política o social.
Argentina atraviesa
una crisis de características inusuales. Los conceptos fundamentales que son
respetados para el normal funcionamiento de una sociedad organizada están
virtualmente destrozados.
Todo está sujeto a
desconfianza. Nada es creíble. Lo que parece cierto termina siendo mentira. La
mentira pretende ser instaurada como verdad por las máximas autoridades del
país.
Conductas mafiosas
son utilizadas a diario. La corrupción está expuesta o sospechada en cuanta
acción pública se realiza o pretende llevarse a cabo. Todas las instituciones
de la República están bajo la lupa de la duda. Las injurias y descalificaciones
son moneda corriente.
La solidaridad fue
desplazada por el egoísmo individual del sálvese quien pueda. Salir a la calle
resulta un riesgo de volver sin vida sin que autoridad alguna haga algo para
evitarlo. La miseria convive con la riqueza en proporciones de desigualdad casi
imposibles de poder revertir. La educación se degradó en todos los
niveles. La salud pública es una dádiva a la que con suerte se puede acceder
para la gran mayoría.
La inseguridad es una
sensación. La inflación es una reacomodación de precios. Las palabras
apropiadas son reemplazadas con el despiadado pretexto de disimular lo
evidente. Los funcionarios mienten o se enriquecen sin que nadie se
sorprenda.
Los derechos humanos
son para los muertos de un lado y no de todos. El enfrentamiento es una
política de Estado. Los jueces, gobernadores, intendentes son presionados y se
inclinan ante sus opresores con el mayor descaro. Un voto en el parlamento se
canjea por una suma de dinero, un puesto público mejor o una causa judicial que
se archiva.
Los fondos públicos
son usados como privados por un matrimonio que gran parte acepta que maneje el
país como si fuera un bien propio.
El miedo se instaló
como virus pululando en pleno otoño. La crítica de los modos más
perversos en el ejercicio del poder se silencia ante el temor de ser
castigado por un supuesto poder supremo que continúa sojuzgando a una sociedad
resignada, indolente o anestesiada.
Lo trucho compite con
lo legal de igual a igual. Los derechos de los ciudadanos de
bien fueron confiscados por el propio gobierno que se los concedió a
los piqueteros que alimenta con recursos de todos.
Las cortinas de humo
se suceden unas a otras para disipar los temas más trascendentes por otros de
menor cuantía. Ministros que son alcahuetes del mandamás salen por
los medios para interpretar los argumentos más viles para atacar cuanto cosa o
persona en el camino se interponga.
La ley de Medios se
ha convertido con la excusa de destruir a Clarín en el arma letal para armar a
nivel nacional un multimedios del Estado que establezca qué y de qué la
ciudadanía debe enterarse y aceptar como realidad bajo el imperio de los
gobernantes a perpetuidad emulando las peores prácticas de los mandatarios de
facto.
Las arteras trampas
traban desde el Ejecutivo la acción del Congreso sobrevolando sobre el área del
Legislativo el deleznable pero cotidiano tufillo de la corruptela y del hampa
de guante blanco.
Desde los medios
públicos se ignora la vida republicana utilizando el fútbol para entretener a
las masas que de sus bolsillos pagan un llamado deporte para todos que les
cuesta ingentes sumas de dineros públicos.
La TV oficialista
durante el extenso espacio que ocupa en su programación la televisación de los
encuentros del deshonesto negocio de la AFA & Cía. se la utiliza para
bombardear con obras públicas de dudosa realización y marchas organizadas desde
el propio gobierno para apretar a la justicia que impide con sus fallos
adversos la puesta en vigencia de la Ley de Medios.
El ser humano se va
acostumbrando a todo, lo bueno y lo malo. Lo peor de los hábitos
antidemocráticos deambulan como habitantes usuales de un país anómalo.
Ese era el escenario
que crearon los Kirchner en Santa Cruz para eternizarse en el poder provincial.
Hace 7 años lo viene pergeñando sin pudor e instalándolo a nivel nacional.
Quién entonces podría
extrañarse que aprovechando los festejos del Bicentenario la presidente
virtual, “más maltratada por la prensa y la oposición por una cuestión de
género”, sorprenda por cadena nacional ya no al pueblo de la patria sino al
mundo entero informando que a través de la firma de un nuevo DNU ha decidido
cambiar el nombre de Argentina por el de Santa Cruz.
Si fuera así, el
objetivo del matrimonio tiránico estaría cumplido.
El inmenso país se
habría vuelto tan pequeño como la provincia homónima cosa que respondería a la
realidad.
Los señores feudales
serían los mismos.
Y, además,
demostrando la ascendencia “usurera” de los familiares de Néstor la nueva
Nación no reconocería el pasivo de la anterior.
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