Pedido de
colaboración a la opinión pública: Se precisa dar con el paradero del
autor/autora de la cadena tan negativa. Se gratificará a quien pueda aportar
alguna información...
por JORGE
HÉCTOR SANTOS 11/08/2012
Youtube: youtube.com/user/jorgehectorsantos
Web: santosjorgeh.blogspot.com.ar
CIUDAD DE
BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). En sus alocuciones, la
presidente de la Nación pone en evidencia su obsesión por las críticas que
recibe su gobierno de los medios de comunicación independientes, como máxima
responsable del Ejecutivo del país.
Su llamativa
ofuscación resulta anormal en un contexto democrático porque hace a la esencia
del mismo periodismo.
En uno de
sus recientes discursos, a tal punto llegó su incomodidad que las englobó con
el nombre de la "cadena del miedo, del desánimo
y hasta del encubrimiento”.
En ella se
eslabonan todos aquellos que se animan a opinar diferente a lo que ella desea
se diga.
Desde el
empleado de una inmobiliaria; pasando por periodistas y medios que informan y
analizan la coyuntura política, económica y social; no dejando afuera a
economistas de fuste; y hasta gobiernos y funcionarios extranjeros terminan
siendo protagonistas con nombre y apellido de sus acojonantes imputaciones.
La potestad
inherente al trabajo de prensa, que incordia sobremanera a Cristina Fernández
viuda de Kirchner, desenmascara su más valiosa joya, el relato. Ese que sirve
para la defensa a ultranza de la inaudita salida de presos con el fin de
militar a favor de su gobierno; hasta para la transformación de los temibles
barrabravas en “apasionados del fútbol”.
La narración
que Cristina quisiera ver reflejada, en todos los resortes informativos que no
alcanza a comprar con la pauta publicitaria oficial, sería aquella donde los
hechos que ella digita serían narrados y editados para resaltar el valor de su
lucha épica -que en sus arengas y entre aplausos- la presidente lleva adelante
contra los supuestos representantes del mal.
Vale decir
que la labor periodística debería comulgar en la ficción con su conformidad;
porque en sus formas y procedimientos Cristina Fernández trasluce la suma del
poder del Estado, al cual siente de su propiedad.
Con el tono
intimidatorio que le es característico el pasado 9 de agosto sus reclamos
llegaron al extremo de requerir una ley de ética pública para el periodismo; lo
que anida su voluntad de continuar replicando a nivel nacional el pensamiento
único con que con su difunto esposo y ella convirtieron a Santa Cruz en tierra
propia, cual patrones de estancia.
Concretamente,
la mandataria expresó:
"Necesitamos
una ley de ética pública para el cuarto poder de una vez por todas en
Argentina".
Puede la
presidente pretender imponer una conducta ideal del periodismo independiente.
Su misma definición se da de bruces con su propósito; independiente.
¿Podría
adjudicarse a Cristina torpeza en sus dichos? Nadie deja de estar exento de
cometerla, pero por el propósito buscado en forma clara, sin vueltas y con sus
antecedentes es ponerle mordaza a la libertad de expresión.
No es
extraño que sus palabras también hayan señalado:
"Reservamos
la cadena nacional para las cosas que creemos que no pueden ser ignoradas. Si
no la hiciéramos, nadie se enteraría de estas cosas".
¿Qué quiere
decir Cristina cuándo dice esto? ¿No le alcanza a su gobierno la cuantiosa
cantidad de medios estatales y en manos de empresarios genuflexos por la pauta
oficial que recitan de memoria lo que la Rosada desee cuenten a diario?
No, no le
sirven más de 400 medios a lo largo y ancho del país que acatan el relato
solventados con recursos de todos.
Es que muy
pocos creen que en esos distribuidores de la información generada en Balcarce
50 sea real.
Que la
inflación sea la INdEC; que la situación económica sea color de rosa o si
cambia sea por defecto de un mundo que se cae sobre el país; que la inseguridad
sea una sensación y que nadie tenga hambre en estas tierras.
Los medios
independientes compiten con credibilidad informativa y le ganan a los que
distorsionan la historia y el presente. Esto ocurre en Argentina y en cualquier
lugar.
Es por eso
que la presidente fue por una Ley de Medios que cercene la existencia de
multimedios como en toda sociedad normal; y no contenta con ello “va por todo”
y en ese contexto quiere silenciar a quienes cumplen con su labor periodística
de acuerdo a las normas profesionales que rigen su propia actividad.
Si algún
periodista, como cualquier ciudadano, cometiera un ilícito debería someterse a
la justicia. Esa misma justicia que hoy está mayoritariamente manipulada por el
Poder Ejecutivo nacional, y por lo cual aberrantes hechos de corrupción gozan
de impunidad.
En otro
pasaje de la misma disertación Cristina dijo:
“Yo no doy
señales al mercado. No soy señalera, soy Presidenta. Una presidenta debe dar
señales de racionalidad para la sociedad".
Es cierto,
esa racionalidad es la que es indispensable tenga la persona que debe conducir
los destinos de una nación.
Por ello
sería imprescindible por el bien de una sociedad quebrada en valores y
enfrentada peligrosamente desde el poder central, que Cristina Krichner extreme
su pensamiento y su raciocinio para superar antinomias.
Para aceptar
el disenso, para dialogar, para rescatar la virtud del hacer en reemplazo de la
dádiva clientelista.
Para dejar
de buscar enemigos y/o culpables de errores propios, para reconocer y atender
los problemas de la gente común (inseguridad, inflación, educación, trabajo,
salud, droga, vivienda).
Para elegir
un elenco ministerial probo, decente y sancionar los cohechos.
La lista es
inmensa no solo porque resten cosas por hacer, sino porque a lo largo de los
pasados nueve años, de sus gobiernos y el de su ex esposo, muchas que se
prometieron no se hicieron y otras que eran imperiosas ya se cobraron
innumerables vida humanas.
Fernández de
Kirchner debería comprender que gran parte de la sociedad entró en el terreno
del desencanto, de la frustración al ver que sus desvelos no son atendidos ni
contenidos en sus expresiones y menos en los hechos.
Ella, como
eje de un gobierno donde todo el poder pasa por sus decisiones y también por
sus explicaciones, es que la debería cobijar ya que cumple la tarea de
representar y como se señaló sentirse y hacerse sentir dueña del Estado.
Si esto no
sucede, engendra desesperanza.
Por lo
tanto, la pregunta que cabe formular es ¿quién genera esa “cadena del miedo,
el desánimo y el encubrimiento?”
Lo ocasiona
la crítica de una realidad que puede o no gustarle a la primera magistrada o la
ausencia de acciones ejecutivas que reduzcan las verdaderas preocupaciones del
ciudadano común que siente que su vida y sus esfuerzos puede perderlos sin que
a nadie le importe.
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