El
cartero es apenas el portador de una noticia, no el que la genera. Sin embargo,
en nuestro país, se ha impuesto que la culpa de lo que contiene el 'sobre' la
tiene el cartero que lo lleva. No importa la noticia, lo importante es que no
se hable de ella. Lo que hay que hacer es maltratar, de cualquier forma a quien
la porta, desprestigiarlo de la forma más artera inventando sobre él cualquier
mentira. La mentira así primará sobre la verdad que se pretende mostrar. Una
costumbre que se ha puesto de moda en la vida diaria de los argentinos y que
posterga la realidad hasta que la misma se imponga por la fuerza de los hechos.
POR
JORGE HÉCTOR SANTOS | 19/04/2009
Twitter: @santosjorgeh
Youtube: youtube.com/user/jorgehectorsantos
Web: santosjorgeh.blogspot.com.ar
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CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24).
Los últimos años en la vida de los argentinos han resultado siniestros para
quien pretenda decir algo que sea adverso a los intereses electorales del
gobierno. En el país no importa otro hecho para el gobernante que no sea
mantener el triunfo que lo habilite a conservar el poder, de cualquier forma,
aún la más inescrupulosa.
Hay que
mentir es la consigna.
No
importa si la mentira oculta muertes, damnificados o hechos que violen la ley.
En la Argentina no vale la verdad, hay que destruir a quien ose decirla
si que esta va en contra de los intereses de los gobernantes y su séquito de
lacayos obsecuentes.
Hay que
ocultar o acallar la verdad de cualquier forma. Todo vale. Vale la difamación,
vale la calumnia, vale todo aquello que pueda descalificar a quien diga algo
que se parezca a la verdad y que perjudique al poderoso señor que ejerce el
poder que los argentinos le dieron, casi conscientemente, votando a su esposa.
La
mentira subió a escena para desplazar la verdad que hasta el más desprevenido
de los argentinos conoce, aunque no quiera decirlo, porque no le conviene a sus
intereses personales.
Hay
algunos que se benefician con la mentira. El pueblo, en cambio, pierde. Ahora o
más tarde pero pierde.
La lista
de mentiras que nos rodean sería extensa de enumerar pero basta con algunos
ejemplos para recapitular la falsedad en la que vivimos:
> La
inseguridad es una sensación que apaga, todos los días, vidas de personas de
cualquier edad y nivel socioeconómico.
> La
inflación que se informa es falsa. Todos lo saben pero, la admiten. La verdad
los economistas la calculan con cierto basamento técnico y mucho de olfato
profesional.
> La
pobreza y la indigencia, a partir de los mentirosos índices de inflación, está
dibujada. El dibujo de los que tienen hambre está hecho por las mismas personas
que tienen la obligación no sólo de informar la verdad sino de remediar la
situación en la que se encuentran más de 11 millones de argentinos.
> Los
recursos legales para atender calamidades sociales como la declaración de
emergencia sanitaria por la epidemia de dengue quedan postergados porque al
matrimonio gobernante no le sirve para pretender ganar las elecciones de junio.
> La
actividad económica y los índices privados muestran una recesión económica
acuciante, mientras el presidente real del país declara lo contrario.
> El
nivel de reservas del BCRA no se da a publicidad, cuando esa como toda la
información de la gestión oficial es deber de los funcionarios públicos
transparentarla. En esos funcionarios está delegada la administración de los
dineros del Estado, ese Estado que es de todos los argentinos.
> Las
candidaturas testimoniales o virtuales son una mentira de tal calibre que el
país se ha convertido en el hazme reír de los países que lo rodean. Del resto del
mundo la Argentina desapareció desde la llegada de Néstor Kirchner al poder.
> La
corrupción en el gobierno es tan alarmante que ya la mayoría de los habitantes
se ha olvidado y aún perdonado, por comparación, a quienes fueron corruptos
antes.
> El
periodismo que denuncia corrupción o discrepa con actos de gobierno, que es
poco, es denigrado y acusado de golpista.
> El
gobierno habla del diálogo como requisito inherente a la democracia cuando, en
realidad, es el mismo gobierno el que no dialoga con nadie que discrepe con los
deseos de Néstor Kirchner.
La
enumeración de algunas de las tantas mentiras en las que vive el país destroza
la credibilidad del mismo, trastorna la vida de sus habitantes, esconde
verdades que más temprano que tarde se deberán afrontar a costos muy altos,
deteriora el tejido social, posterga la solución de problemas que se viven
acumulando y lesionan aún más los valores éticos y morales de una sociedad que
está empachada de odios y rencores alimentados por el propio gobierno.
Cuando se
tiene oportunidad de leer el foro de lectores de cualquier medio se puede
comprobar el grado de impunidad, de falsedad, de agresión y de calumnias de las
que se ha contagiado el argentino en los últimos años. Todo esto asociado con
la destrucción de la educación que se viene dando hace mucho más tiempo.
La tarea
de reparación de la sociedad que integran los argentinos es por hoy uno de los
desafíos más grande que tendrá el gobernante que suceda a la época K.
Ese
futuro gobernante tendrá que desterrar la mentira instalada en todos los
niveles para que pueda vivir el cartero. Si el cartero no es destruido se
albergarán las esperanzas de una mejoría lenta, pero mejoría al fin, para todos
los argentinos.
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