“Los
pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla” dice una de
las expresiones freudianas. Los argentinos parecen que conocen su historia
pero, la aceptan como una sociedad fraccionada, como lo está, condicionada por
los odios que de arriba engendra hechos cada vez más violentos abajo.
POR
JORGE HÉCTOR SANTOS 21/10/2009
Twitter: @santosjorgeh
Youtube: youtube.com/user/jorgehectorsantos
Web: santosjorgeh.blogspot.com.ar
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CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24).
Hace pocos días, en 4 entregas sucesivas nos referimos a una parte de la
violencia que cada día se viene haciendo más frecuente en las aulas de muchos
de los Colegios de todo tipo y color socioeconómico, el acoso escolar. La falta
de sanciones apropiadas y, de reconocimiento de los padres de los chicos
vándalos lo único que hace es fomentar más violencia.
En el día
de ayer, en La Plata, 2 jóvenes apuñalados y 1 adolescente hospitalizada dejó
como saldo una batalla campal que incluyó a unos 16 chicos del colegio San
Cayetano; en tanto, 2 alumnas de la Escuela Media Nº8 se trenzaron a trompadas
en 7 y 48 y una terminó en el hospital.
En otro
lugar de nuestro país, en pleno centro de la ciudad de Mendoza, un alumno de 16
años fue apuñalado en una pelea a la salida de la escuela, cuando intentaba
separar a 2 compañeros que se peleaban.
En la
ciudad de Mar del Plata, mientras tanto ayer, piqueteros K y de izquierda
tomaron la Municipalidad con violencia, exigiendo puestos de trabajo y el pago
de subsidios atrasados. Luego de 5 horas de negociaciones los manifestantes
abandonaron la comuna y liberaron el tránsito, que habían interrumpido mientras
duró la toma. No hubo detenidos.
En el
mismo día, la trampa, también se sumaba a la violencia, ya que una nueva jugada
K les impone al bloque de senadores oficialistas, en una reunión de Labor
Parlamentaria, mantener su postura de no aceptar medidas correctivas ante las
polémicas modificaciones de 2 artículos de la ley de medios, en la que la
oposición insistió con el cuestionamiento de la validez del texto publicado en
el Boletín Oficial con la escandalosa fe de erratas.
Ante las
diferencias insalvables, el tema será dirimido en la sesión de esta tarde,
donde el kirchnerismo podría imponer sus votos para mantener todo como está.
En los
últimos días, entre los innumerables hechos de violencia que se vienen
registrando en la Argentina, cabe rescatar los ataques al presidente de la UCR
y a la embajadora de los EE.UU.
En el
primero de ellos, tuvo lugar en la provincia de Jujuy, donde un grupo de
piqueteros K, disconforme con la presencia del presidente de la Unión Cívica
Radical (UCR), Gerardo Morales, destrozó la sede del Consejo Profesional de
Ciencias Económicas de Jujuy.
De esta
forma impidió que se diera una conferencia sobre controles de la gestión del
Estado, junto con 2 auditores nacionales, y un diputado nacional.
Los
atacantes responden a Milagro Sala -máxima referente de la organización barrial
Tupac Amaru-, según Morales con línea directa con Néstor y Cristina- quien
recibe 10 millones de pesos mensuales del gobierno nacional en subsidios.
Este
grupo violento (y mafioso según palabras de Morales) rompieron vidrios,
arrojaron huevos y todo lo que hallaban en su camino, profiriendo insultos y
amenazas destinadas al senador nacional y a sus acompañantes.
El otro
de los episodios ocurrió en la Facultad de Ciencias Médicas de Mendoza, donde
un grupo de manifestantes impidió una charla que debía dar la embajadora de los
Estados Unidos en la Argentina, Vilma Martínez. Frente a los gritos y
estribillos la diplomática se vio obligada a retirarse del recinto y debió ser
trasladada a una oficina privada.
La embajadora
debía disertar sobre las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos,
charla que luego brindó en el salón del consejo académico de la facultad
mendocina, ante decanos, profesores universitarios y estudiantes.
Todos son
muestras de una violencia inadmisible.
“En
una democracia, cualquier persona debe poder disfrutar de la diversidad, sin padecer
la anarquía ni la tiranía de las verdades absolutas. Y son la política y el
diálogo los que permiten la convivencia pacífica de las ideas y concepciones
contrapuestas dentro de un clima de respeto y tolerancia, en un mundo que no
tiene cabida para absolutos. Sin embargo, en los últimos años, la intolerancia
manifestada y respaldada desde lo más alto de la función pública se ha
expandido como mancha de aceite, originando situaciones que podrían haberse
evitado.
"La violencia de arriba engendra la violencia de abajo", se
decía en los años 70. Bien podría aplicarse esa frase a lo que ocurre en la
actualidad con los frecuentes episodios de intemperancia.
En la Argentina de hoy se está convirtiendo en un lamentable hecho
corriente la violencia física contra quienes piensan distinto, que no es otra
cosa que un acto de profunda intolerancia y negación del pluralismo que
distingue a toda sociedad democrática. Desde el gobierno nacional se escucharon
voces solidarizándose por los hechos de los que fueron víctimas el senador
Morales y la embajadora estadounidense. Sin embargo, piqueteros kirchneristas,
con Luis D´Elía a la cabeza, marcharon frente al Congreso para respaldar a
Milagro Sala, la dirigente de la agrupación que agredió al presidente de la
UCR. Junto a ellos también participaron dirigentes de la CTA, de la Central de
Movimientos Populares (CMP), del Comedor Los Pibes y del Grupo Quebracho.
La falta de respeto por las ideas del otro y de tolerancia ante las
críticas que puedan verterse desde el periodismo, la incapacidad de comprender
que la convivencia social se nutre de la diversidad y no de la uniformidad de
las ideas está ganando terreno. Desde los habituales ataques del ex presidente
Néstor Kirchner, pasando por los exabruptos del secretario de Comercio, hasta
las groseras respuestas del entrenador del seleccionado argentino de fútbol a
los periodistas, los malos ejemplos se suceden uno tras otro.
La violencia verbal tiene un rápido correlato en los hechos de violencia
física, como los protagonizados por grupos que en no pocas ocasiones Fueron
(son) apañados desde el poder político. Y ese ejemplo se ha extendido a
diferentes sectores de la sociedad, gremiales, económicos o estudiantiles, que
no dudan en cortar calles o en recurrir a los escraches, violentando derechos
de los demás, como si fueran formas legítimas de protesta.
Es vital que estos hábitos que, lamentablemente, se van convirtiendo en
una suerte de cultura política sean desterrados cuanto antes. Ningún sector
puede arrogarse el derecho de atacar a otro, ni superar las precisas fronteras
marcadas por la Constitución y las leyes”.
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