Algún día,
la Argentina se reencontrará con la realidad, tan trastocada durante muchos
años de una extraña pareja en el poder central. El legado será cuantioso pero
existe uno oculto a las prioridades de hoy que asoma como muy difícil tarea.
por JORGE
HÉCTOR SANTOS 28/01/2012
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CIUDAD DE
BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Mantener en equilibrio la salud
mental no es tarea fácil para un argentino.
Desde el
propio gobierno, vale decir de arriba hacia abajo, como funciona la corrupción
en el cuerpo social del país, se cultivan las más diversas formas de
distorsionar la realidad.
Al ajuste
que se precipita como tormenta de granizo se lo llama sintonía fina, la cual
trata de ser explicada como un freno la avivada y esta como gesta cuasi heroica
para defender al pueblo, el cual en definitiva soportará las penas, como
siempre, de los desaciertos y ausencia de escrúpulos de los administradores que
fueron votaron.
La inflación
es acomodamiento de precios. La suba sin piedad de precios no tiene registros
oficiales confiables porque los mismos que deben gestionar las cuentas de todos,
las manipulan para mentirles a todos.
La
inseguridad es ignorada como flagelo en constante crecimiento pese a que se
creó un ministerio que la atienda pero que solo depura fuerzas que están
vedadas de reprimirlas mientras se oficializan los derechos humanos de los
delincuentes.
Las cifras
del desempleo se venden como uno de los logros gubernamentales pese a que las
mismas está viciadas en su confección al considerar como ocupados, por un lado,
a los que reciben planes sociales sin contraprestación alguna -lo cual se ha
convertido en una incentivación a la vagancia eterna-; y, por el otro, a no
menor número de empleados públicos que quedarán en la calle como parte del
achicamiento de los gastos que conforman un insostenible déficit fiscal.
Se habla de
la fuerza del amor, mientras se pregona el odio.
Se luce luto
permanente como cábala ganadora de elecciones.
Rastros de
operación quirúrgica son expuestos y utilizados como un recurso más para
continuar denostando al principal multimedios al cual se pretende desguazar
mientras se hace crecer un enorme grupo de medios estatales con la clara
pretensión de institucionalizar el unirelato.
Los que
opinan distinto al coro de lacayos que adulan a una presidente que se considera
reina, son enemigos a vencer que atentan contra un modelo que nadie sabe qué
es, aunque muchos lo defienden como si fuese un emblema supremo que diferencia
el bien del mal.
Un ex
presidente fallecido, esposo en vida de la actual primera mandataria, pasó a
ser tras su muerte tan sólo Él, a quien se recurre para llorarlo como para
ensalzarlo frente a las cámaras de TV, testigos infaltables toda vez que habla
Ella.
Ante la
catarata de incrementos de precios que se avecinan se apela a temas que
distraen la atención periodística y por ende la popular como la reelección,
Malvinas, las colas de una tarjeta salvadora para que supuestamente el
ciudadano común no sea alcanzado por el aumento de transporte que será
engañosamente para casi todos; mientras se hace oídos sordos a puebladas como
las de Famatina o se ignoran problemas acuciantes como la sequía.
Con la
excusa de ‘democratizar la comunicación’ se cercena el derecho a la
crítica.
Quien osa
criticar al ‘modelo’ es decir al gobierno se convierte automáticamente
en un enemigo del pueblo, al cual se lo ilusiona con una lucha por la
emancipación de los más que tienen; mientras sus supuestos salvadores acumulan
riqueza y adquieren inmuebles en barrios exclusivos.
La lista de
tergiversaciones de la realidad superan cualquier enunciación posible;
compendiar la misma tras 10 años en el poder -de una pareja que en conjunto o
en soledad de alguno de sus integrantes se nutre de ello para ejercer la
función de gobernar- sería una misión imposible o un inhumano atropello a la
razón.
Cualquier
político que pretenda hacerse cargo, tras el período de una extraña pareja en
la Rosada, no deberá olvidarse que el mayor problema que encontrará entre
tantos que recibirá de legado, será restablecer la salud mental de una sociedad
que ha perdido el orden, como requisito básico de convivencia, y la
discriminación para valorar los hechos, los sujetos, los objetos, las
circunstancias.
La herencia
oculta a resolver no es menor y tampoco es para cualquiera.
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