A pocas
horas de una convocatoria multitudinaria convocada nuevamente por las redes
sociales, un análisis de un ingrediente no menor a tener en cuenta que genera
esta movilización. La mentira genera reacción, es una agresión psicológica
preocupante que el gobierno insiste en sostener. La búsqueda de todo el poder
por parte de Cristina, obnubila a la Presidente.
06/11/2012
por JORGE
HÉCTOR SANTOS
Twitter:
@santosjorgeh
Web:
santosjorgeh.blogspot.com.ar
Youtube:
JorgeHectorSantos
CIUDAD DE
BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). A la Presidente argentina -como
a su par venezolano, Hugo Chávez- solo le importa ir por una acumulación de
poder personal, donde todo gire en entorno a ella.
Si bien sus
palabras endulzan repetidamente expresiones de libertad, justicia, democracia,
pluralidad, etc; en los hechos todo eso está condicionado a que los demás
poderes del Estado respondan a sus deseos; caso contrario trabajan para las
corporaciones, la oligarquía, o defienden intereses “inconfesables” en
contra del pueblo más sufrido.
No es
extraño que Cristina Fernández, en esa búsqueda, haya acuñado la frase “Vamos
por todo”.
“Ir por
todo”, es ir por
todo el poder. Nada que a ella puede molestarle la obtención y detentación del
mando total puede existir, deberá ser destruido.
Nadie ni
nada puede oponerse a su inquebrantable capricho totalitario.
Ella es
todo.
Todo es
ella.
Ella todo lo
sabe, y lo decide.
Los que
aceptan sus designios, los sumisos, conformarán su ejército de seguidores; para
ir a luchar contra los agentes y representantes del mal que son los que no se
someten; y quieren ejercer el derecho legítimo de ser tenidos en cuenta, de ser
escuchados.
Nadie que no
se avenga a lo que Cristina Fernández quiere, será tolerado por ella.
Ese y todos
los que piensen de esa forma son enemigos a vencer.
La verdad,
la única que debe ser reconocida como tal, es la que ella pregona.
No existe
posibilidad alguna que Cristina esté errada.
Cualquier
verdad que discrepe con lo que Cristina argumenta, es tildada de mendacidad.
Una mentira,
que aún siendo verdad, será dicha por un gorila, destituyente, enemigo de la
patria, entre otros descalificativos.
Esta forma
de gobernar implica violencia.
Existe una
violencia verbal en las formas y en el fondo.
La mentira
agrede.
La
descalificación hiere.
Los muchos
que pueden discernir entre la realidad y la falsedad, se sienten ultrajados por
los acontecimientos.
Con
conceptos que pretenden vender un propósito loable se aprueban leyes o se
firman decretos que en el fondo solo son otro vil embuste.
Todo está
teñido de algo perverso.
Todo es
engañoso.
Todo
persigue un cesarismo avasallante.
La violencia
discursiva intimida y ofende.
Quien que
trata de imponer una irrealidad como verdad ejerce violencia verbal. Su
pretensión es clara, busca preservar su autoridad por medio del temor.
Si no llega
a ser temor, al menos despierta rechazo; por cuanto nunca está de acuerdo con
ninguna idea que no sea la propia.
Siempre se
muestra en contra de todos los que no comulgan con sus proyectos y nunca
aceptará iniciativa o propuesta alguna que sea la de ella.
Es dueña de
una conducta, intencional o no, que implica una violencia psicológica en el
receptor de sus palabras.
Los daños
que origina la violencia psicológica (la alteración de la realidad es una de
las más significativas) son importantes y peligrosos; no solo a nivel
individual sino social.
El receptor
de este tipo de violencia para protegerse de la misma emplea tantos mecanismos
intelectuales para tratar de darle comprensión a lo que es imposible de
entender, que muchas veces no puede darse cuenta de que el malestar que siente
proviene una agresión psíquica.
Las redes
sociales son fiel testigo de lo que sucede en nuestro país con las decisiones o
expresiones gubernamentales. En ellas se exterioriza el malestar que provoca el
esfuerzo de tratar de entender qué sucede; el porqué de esto o aquello.
Es
imposible.
Hay un
ataque al raciocinio. Hay un artero golpe al psiquismo.
La decepción
llega.
El ciudadano
agredido pretende que el gobierno cambie.
Lo que
espera no llega.
Lo que
aguarda es una ilusión que no se concreta.
Una persona,
la presidente y su séquito van por todo.
Los
ciudadanos decepcionados quieren ser considerados en sus demandas
insatisfechas.
Esas
demandas son elementales.
Lo elemental
no está en la agenda de la Rosada.
Es como si
unos hablaran en inglés y los otros en castellano.
Unos salen a
las calles para que ser tenidos en cuenta.
Buscan que
la presidente considere primordial la solución de sus problemas cotidianos.
Estos
reclaman cosas que no congenian con el ir por todo, de quien gobierna.
El ir por
todo, también incluye, a quienes salen a mostrarse indignados.
En el fondo,
estos lo saben.
Tarde o
temprano lo podrán asimilar.
Hoy, todavía
les cuesta. Las preocupaciones los exceden.
El gobierno
siente el golpe de las muchedumbres tomando las benditas calles.
Sin embargo,
el agravio es la respuesta.
No obstante,
como siempre, al final del túnel está la luz.
Esa luz
siempre es la verdad, la que antes o más tarde siempre gana.
Esta saltará
a escena aunque los negadores, los autoritarios no quieran.
El problema
es una cuestión de tiempo.
El tiempo
perdido trae costos.
Siempre los
pueblos pagan los platos rotos.
Esta otra
gran piedra en el camino del pueblo argentino no será la excepción a la regla.